Los convidados de Agosto

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Fotografía Chiapaneca Contemporánea. Hundidas en el sopor de las ensoñaciones caniculares, como imagino hicieron los mismos convidados en la obra de Rosario Castellanos, los autores presentes en ésta obra fotográfica, nos desdibujamos en la confusión de la somnolencia mágica como seres que se arrastran entre pliegues de realidad y fantasía para narrar nuestro propio entorno, y en el proceso sucede que perdemos el alma, o ch’ulel, como aquí se le llama, pero también sucede que cuando esto pasa vemos la ausencia de ch’ulel en las demás personas, compartimos el mismo mal. Casi lo mismo sucede en el ejercicio de la identidad cuando ésta se pierde o se diluye: intentamos acoplarnos a sus estándares, vemos que no encajamos, que no cumplimos nunca los requisitos de una identidad completa, hacemos fotografías de cada intento por descubrir quienes somos, o quienes dejamos de ser. Nos descubrimos como vampiros o narcisos al acecho del espejo, ansiando de una manera o de otra nuestro reflejo. Somos travestis en nuestros ratos libres o de tiempo completo: nos travestimos de ejecutivos para ir al trabajo y performar entre la rutina de un mundo y el corazón en otro, nos travestimos en el nombre de Dios para seducir a la tradición una vez al año o nos travestimos con nuestros pecados adquiriendo apariencias insólitas y efímeras, o para cobijarnos bajo el amparo cobertor de nuestro nahual de polyester. Usamos la fotografía como una red de mariposas porque sabemos que en las alas de esos lepidópteros antropomorfos está grabado el mapa de regreso y el trazo de nuestro camino, la vuelta al origen, la infancia como destino, el regreso a casa, al ch’ulel, al cuerpo. Y quizás aquí la diferencia con el ch’ulel la identidad, sabiendo que la identidad no es un lugar ni una condición permanente, pero sí el lugar perfecto para comenzar…

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